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Foto del escritorVanina Lourdes Jordan

Niño interno

Actualizado: 24 jul 2020

La terapia del Niño Interno nace en Estados Unidos con Margaret Paul a través de una terapia que formó, realizó y da en la actualidad en la cual uno entra en contacto con la figura del niño interno. Esta figura representa distintos momentos de nuestra historia que quedaron sin una respuesta, sin una presencia de un adulto y que recuerdan una situación puntual a sanar.


Por ejemplo un momento en el que te quedaste llorando y nadie te fue a acompañar, una explicación que no te supieron dar, un momento en el cual fuiste violentado de alguna forma, abandonado o que sentiste miedo. Estas emociones, estas situaciones dejan un niño como si fuese un punto destacado en nuestra vida al cual cuando somos grandes podemos volver porque guardan una prueba que un adulto que nos enseñaba no supo pasar y no pudo estar presente o estuvo presente y no de la mejor manera para nosotros para nuestro crecimiento y nuestra evolución. Este niño interno, niña interna queda en nuestra historia guardando un lugar donde es posible seguir sanando, seguir creciendo.


Cuando vamos haciendo el trabajo de introspección a lo largo de nuestra vida, nos encontramos con distintas circunstancias o bloqueos que nos impiden acceder a distintas situaciones, por ejemplo conseguir un nuevo empleo, anotarse a la facultad o resolver una situación familiar. Estas eventualidades en nuestra vida que presentan este bloqueo nos invitan a reflexionar, a ver dentro nuestro que nos está pasando e indagar de una forma más profunda en la cual podamos encontrarnos con la realidad de ese porqué, que no es “porque no tengo ganas”, acá sería preguntar más allá: “bueno pero ¿por qué no tenés ganas?”.

La terapia del niño interno se destaca por realizar un acompañamiento que ayuda a profundizar, encontrar nuevas respuestas y acompaña a la persona a llevar presencia de amor y verdad a esta figura del niño interno.


Y digo figura porque uno empieza a verse con dos caras. Nosotros como terapeutas habilitamos a nuestros consultantes que empiecen a permitirse escuchar esas dos identidades, en la voz del adulto y la del niño interno. Es allí donde podemos separarnos en estos dos lugares y empezar a ver qué actitudes tenemos como adultos y cuales como este Niño Interno que se empieza a manifestar, siempre está ahí diciendo algo, camuflado en nuestra memoria, en nuestro presente. Entonces nosotros separando estas partes podemos poner en orden, entender de dónde viene ese mensaje, y acompañarlo siendo coherentes con ese lugar desde donde viene. No es lo mismo que venga un adulto y diga: “no quiero ir a trabajar” y nosotros nos auto contestamos: “pero tenes que ir a trabajar sos un adulto” a entender que es es el niño el que está hablando. Siendo válido para el adulto que no tenga ganas de ir, se entiende que hay una responsabilidad y se debe accionar, desde "la figura del niño", sacando esa responsabilidad, ya que es chiquito y no tiene que ir a trabajar es ahi cuando empezamos a escuchar el por qué de su no querer ir.

A partir de estas bases y acompañando lo energético, emocional, lo físico, entendiendo al Ser como una unidad de varias capas, de varios cuerpos sutiles, podemos ver a través de esas partes, distintas señales para poder trabajar con el niño interno, entonces nos sirven para trabajar la unidad del Ser dependiendo de qué manera para cada persona se manifiesta. Esto significa que para algunas personas su vivencia es desde lo mental, un recuerdo, para otros será ver imagenes, para otros sentir dolor en el cuerpo físico y sensaciones que les recuerdan su historia en otro momento.


La sesión inicia yendo a buscar una prueba a través de ese niño interno (punto en nuestra historia sin presencia de un adulto amoroso) y el acompañamiento terapéutico se basa en acompañar este encuentro, en guiarlo. Cuando estamos en contacto con nuestro niño interno a través de una meditación guiada, super conscientes, en la cual nosotros sentimos nuestro cuerpo, estamos pensando, se nos invita a imaginar, a recordar, a hablar y a poder expresar, todo lo que empezamos a vivenciar, todo lo que vivimos en esa meditación, todo lo que aparece es guiado a través del terapeuta para que con las herramientas precisas, colocar a la persona en ese lugar de adulto para su niño interno. Como terapeutas nos preparamos para hablar con ese niño interno, con ese adulto, acompañar esa unión, esa escucha, para encauzar esa sesión en el objetivo que es llevar amor, verdad, y también damos las herramientas para que el adulto pueda pararse en un lugar de mas amor, mas verdad. Al niño lo acompañamos para que pueda expresar lo que posiblemente nunca haya expresado. Guiamos ese encuentro, pedimos guía y dirección divina, para que todo lo que se manifieste esté en Orden Divino Correcto, esto significa: para que no sea ni más ni menos de lo que la persona pueda sostener, y pueda aprovechar al máximo esa oportunidad de sanación.


Una vez que se da todo el marco cuidado, nos introducimos, se genera esta escucha presente, este intercambio de amor y verdad, finalmente lo que nos queda es guiar la acción de amor que el adulto va a realizar en su vida diaria, es su trabajo, que lo va a unir y le va a recordar que está en presencia de ese niño interno todo el tiempo. Y que a través de sus acciones en ese tiempo presente cuando le lleva amor a ese niño, y de esa forma se va sanando en el día a día. Esto queda claro en procesos personales viendo como se logran cambios trascendentales y en la medida que cada uno se compromete.





Si estás más dispuesto a escuchar a ese niño interno a llevar este compromiso de amor y verdad en ese accionar diario, se produce esa sanación que cada uno está dispuesto a sostener.


Más allá de la terapia que hagamos, me parece importante distinguir que tenemos esta dualidad interna y que a partir de la introspección es que podemos empezar a ver nuestra realidad acompañando nuestros procesos de crecimiento tanto lo que conlleva ser adulto como lo que conlleva sanar a ese niño interno.






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